martes, 8 de julio de 2025
Ya he estado aquí
Muy abajo, en el fondo, donde el dolor se camufla en la tristeza. Donde impera el gris en un mundo oscuro y tetrico, donde sabes que no es posible empeorar. Cuando crees que mereces algo más, que la vida te cocea con demasiada frecuencia y que una especie de estadistica compensatoria hará que todo vaya mejor, llega la quiebra, el roto, la amargura, la desesperación, el infierno. La caida infinita, no haces pie, te tambaleas en un mundo estable que para mi ya no lo es. Camino por la sombra, pero ya he estado aquí.
Un error, el error, la confianza, el miedo, la estupidez. El pensamiento equívoco, la prudencia tapada en la prudencia, hacer las cosas muy mal porque pretendes hacerlas muy bien. El golpe, el dolor, la rabia. Todo alrededor es negro como el alma que corrompe a mordiscos esta sociedad llena de crueldad. Querer morir mil veces, querer volver el tiempo atrás. Y bajas rápidamente como en un ascensor enloquecido, y te quedas roto, encogido, agarrotado sin poder articular un sola palabra. Solo. Pero yo ya he estado aquí.
Cuando deambulas por el mundo oscuro solo tienes ganas de llorar, te tragan las sombras, sientes desesperación. La cabeza te lleva una y otra vez al foco del dolor y todo se vuelve cada vez más negro, un bucle de lo que pasó y lo que debía haber pasado.
La diferencia a otros viajes es que esta vez no es la muerte la que rapta mi alegría, es algo más prosaico y sustituible y ese pensamiento trae luz. Esa luz descubre tenebrosas figuras ocultas en los rincones de la mente que gritan y se retuercen en dolorosas poses, criaturas terribles que muerden ante un intento de sonrisa. Tu paso es cada vez más lento y aunque ves luminosidad, sabes que esos malditos seres de sombra te están agarrando con fuerza. Y llega la frase que todo lo cambia: "No seas tan duro contigo mismo". Te liberas de las piernas y aunque la luz no se acerca, tu paso parece algo más ligero. Sueltas carga, liberas palabras y donde esperas frases huecas encuentras asideros. Y, en las horas, recibes aliento de todas partes, sientes que no estás tan solo como crees. Y, de los reproches recibes ánimo, disculpas, del amor incondicional recibes un torrente de cariño. La luz ya está a solo un paso.
¿Cómo puedo pensar que tengo mala suerte? Tengo lo más importante, gente a la que le importo, gente que me aprecia y gente que me quiere a borbotones. Sigo en tinieblas, solo he alcanzado el umbral, pero poco a poco estoy más cerca de volver.
Como digo, ya he estado aqui. También por aquel entonces tuve ayuda. En aquel tiempo me ahogaba por mil razones que giraban entorno a un único punto, el icono insustituible que me quiebra cuando me llena su ausencia. La lucha por volver acabó con muchas cosas y me reencontró con otras. Ahora es diferente, ahora todo va a acabar bien, porque hoy he conseguido dar un paso más allá del umbral. A pesar que pintan bastos, a pesar que la injusticia sigue arañando mi espalda. Pero a mí ya me mordió las nalgas la muerte y la he empujado lejos. Esto es solo una nimiedad cuando la parca te rozó con la guadaña.
Solo deseo que quien se lucra con el miedo ajeno sufra mil inviernos de oscuridad y de fría tristeza.
lunes, 7 de abril de 2025
Caos
No entiendo las circunstancias que rodean la realidad, ese devenir insulso que todo lo impregna de una fea y gris rutina. No es fácil intentar explicar los sucesos inquietantes que circulan mi mente mientras piensas que todo es mejorable, que nuestras cadenas nos las hemos puestos nosotros mismos, que es absurdo vivir con la incesante ansiedad de mejorar cuando lo único cierto es que un día nada importará y que el ser no será.
Cuando sonríes, cuando dejas que la suave brisa, o el viento, o la lluvia, golpee tu cara, mientras pierdes la vista en un cielo infinito y tu vista se topa con la libertad de una ave, con un avión que vuela hacia otro destino, la luna que juguetea con el amanecer en romance con la salida del sol, cuando te dejas sentir, cuando te dejas llevar, es precisamente esas gotas de momentos los que te hacen feliz. Luego, de pronto, el chip que alguien nos implantó, sin darnos cuenta, nos hace retirar la sonrisa y retomar la responsabilidad autoimpuesta que por un puñado de euros te sustrae de la vida. Que paradoja que trabajes para vivir y ese trabajo no te deje hacerlo. Pero no importa, nada importa, solo dejate llevar una hora al día y mira hacia el horizone, hacia un mar, hacia un montaña y respira, llora, grita, rie. Vive. Hay un millón de cosas que hacen que los poros de tu piel sientan la magia del ser. Y, hasta estar triste, enfadado, dolido es necesario para comparar aquellos momentos en los que no puedes parar de reir, te transportas a un mundo irreal en una pantalla de cine, te sumerges en las letras de una novela y vives las vida con otras personas que sin existir son más reales que todos esos entes amorfos que nos restan felicidad con sus actos crueles, cobardes, inmundos. Aquellos que tras sus poltronas buscan su inmortalidad a base de la mortalidad de otros, esos que buscan su riqueza empobreciendo a otros, esos que sostienen, esos que se autosustentan, esos que nos ahogan.
Pero nada importa, nadíe te puede quitar la puesta de sol, el oceano infinito, la magia de la noche estrellada, el canto de una miriada de pájaros al amanecer, las montañas que se confunden con la estratosfera, el abrazo de una hija, de un hijo, de la madre, del padre, de un ser querido, un amiga o un amigo. La risa de un mal chiste, ese café en mitad de la plaza, la suave luz que se mece en tus ojos.
Tanto tonto empobreciendo el mundo, cuando es el mundo lo único que importa.
jueves, 27 de marzo de 2025
El concierto
Se hizo esperar, pero el gran día llegó. Avatares infinitos hacían, casi pensar, que jamás disfrutaríamos del torrente de sensaciones que brinda un concierto. Pero allí estabamos, felices, sonriendo sin parar, en una noche mágica.
No sé qué brilló más, si las luces del escenario o tu cara cuando salió Izal al escenario, no sé quien era más feliz tú, o yo por ver esa sonrisa que ya ha quedado grabada en la caja de recuerdos que llevo siempre y que abro cuando me encuentro triste.
Saltar, bailar, reir, dejarnos llevar por ese transporte etereo que es la música, que trasciende el tiempo, el espacio. Qué cura el alma. Las letras, las notas acariciando la noche, la libertad de un grito, el vuelo de una libélula, el cariño del público, el recuerdo de una amarga desgracia y un futuro renacimiento. Una conjunción perfecta con la guinda de tus ojos brillantes de emoción, de esos días que uno recuerda siempre.La eterna luz de aquel momento, en el que estalló el jubiló y tú encontraste la felicidad de esa majestuosa ilusión. Durante ese rato se fueron todos los problemas, se alejaron todos los fantasmas y sentí que quererte es el combustible de mis días y que seas feliz es mi meta. Durante esa hora y media formamos parte de algo único, de una contagiosa alegría, de una conjunción feliz.
La música resonará siempre en este universo complejo que los seres humanos contaminamos de agrías existencias, pero también somos los responsables de esa creación maravillosa que cada vez que suena modifica los colores de los días, que acaricia la vida y, de alguna manera, hace que todo esto sea soportable.
Las letras que todos hacemos nuestras, en algun momento, la frase que adoptamos formando parte de vivencias que han quedado atrás, o que nos rodean. Siempre habrá canciones que digan algo de nosotros mismos.
Que no pare el carrusel, que no deje de girar en esta noria.
Pósate en mí, luciernaga de aire.
miércoles, 8 de enero de 2025
Navidad sombría
Ya se apagan las luces de los árboles, guirnaldas, calles. Esas luces que intentan alumbrar una época tan extraña como oscura. Disfrazada de ilusión, mientras engañamos a los niños con fútiles promesas de regalos que, en realidad, podríamos conceder en cualquier época del año, y por cualquier otro motivo más real, más próximo. Simplemente porque los queremos. Niños y no tan niños, porque esperar a que una supuesta corte de magos invada nuestros hogares para traer presentes que nosotros mismos compramos y no pensar en esa persona querida, cualquier martes del año, hacerle que sonría y destruya la rutina de un día cualquiera.
Pero, divago, solo quería reflejar la cruel realidad de una fechas en las que mientras suenan ecos de supuesta felicidad, miles de personas viven los días más agotadores del año y otros, sucumben al estrés, el malhumor, el gasto desmedido. Todo ello para celebrar ¿Qué? El supuesto nacimiento de alguien que, seguramente, ni nació en invierno, ni en esas fechas, y tampoco era el hijo de Dios ¿De qué Dios? Mientras celebramos el nacimiento del mesías en Belén con el hipócrita mensaje de Paz, niños mueren en Palestina todos los días mientras occidente se atraganta con los turrones, celebrando el nacimiento de un niño, por aquellas tierras que se empapan de sangre y rabia.
En esta sociedad polarizada, en la que se ha llegado a un maniqueísmo político tan absurdo como estéril, hasta la Navidad se politiza. Vuelven a aparecer voces de aquellos que nos dicen como debemos sentirnos, a que debemos creer y como tenemos que celebrar, a riesgo que nos acusen de ir en contra de la identidad española. Que mentes más zafias, que ruindad de argumentario. La identidad española es tan rica, que está muy por encima de toreros, ultracatólicos, cazadores, españolitos de salón, caciques y periodistas reaccionarios. La identidad de nuestro país se nutre de mil formas de pensar, de multiples nacionalidades, de todas las culturas que nos visitaron, de todas las religiones que dejaron su huella en nuestro país, de la posibilidad de celebrar Navidad, Hanukkah, Yule o lo que quiera cada uno. En definitiva, la identidad se nutre de libertad y se pierde cuando se quiere imponer el pensamiento único. Sé que es complicado que gente con intereses espurios conviertan en palabras la razón, ya que viven de ese farfolla de ideas carcas y estúpidas con las que calentar el ambiente. Mensajes facilones que llegan a mentes planas, sin espíritu crítico.
No es de extrañar que, en otra época, la Navidad fuera tiempo de recogimiento, de miedo, de cabalgatas de muerte, cortejos fúnebres que hicieron que esas luces que tanto asombran y gustan, se pusieran para espantar a eses seres de otro mundo que querían llevarse a inocentes con ellos. Seres que traían regalos si te portabas bien, pero hay de tí si te portabas mal. Cuando los días son tan cortos y la oscuridad domina la jornada estas cabalgatas siniestras pueblan la noche y pobre de aquel que sea descubierto por esta procesión macabra.
Y, por supuesto, la Navidad es la época perfecta para ver una silla vacía, echar mucho de menos a los que se fueron a su pesar, mirar atrás con melancolía y recordar sus rostros, sus sonrisas y no poder decir sus nombres, no poder llamarles, abrazarles, quererles. Esas personas que han llenado tu vida de Navidades alegres, de una infancia entrañable que, aunque sean dulces sus recuerdos, en estas fechas queman como tizones. Hasta el mismo día de Navidad perdimos una amiga de largos bigotes y dulce maullido dejándonos como un juguete roto que nadie querrá en Reyes.
Pero, ya han terminado las fiestas, los días empiezan a crecer en luz y cuando los días más fríos del año pasen, nos espera la primavera con su luz y otra forma de ver la vida. Respirar bajo el cálido sol mediterraneo.
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