jueves, 25 de noviembre de 2010

Turbio horizonte




A grandes pasos pasea el caminante por la ciudad, conjunto de voces y vidas enclaustradas en 80 metros cuadrados. Lleva mucho tiempo caminando y desde que empezó no puede dejar de sentir algo dentro de él. Lo podría definir como miedo. No es un hombre miedoso, nunca lo ha sido. Sin embargo siente que las miradas se clavan en él, tal vez no es una mirada concreta, sino como una especie de entidad vaga que envuelve la atmosfera urbana. No es la mirada de aquel transehunte de mirada adusta y rostro sombrío lo que le da miedo. No es eso. Tampoco tener que esquivar bicicletas que parecen estelas de colores por la acera, ni siquiera es el miedo a cruzar un semáforo en verde, aunque te juegues la vida por esa manía de no respetar las mínimas normas de conducción. Ni es el miedo que se puede experimentar al pasar por un parque infantil astestado de mentes enturbiadas por el alcohol que ha desplazado las risas de los niños por los gritos desaforados de almas en pena a los 20 años de edad.
No, realmente el miedo que siente el caminante va más allá de lo tangible, es algo que se respira y se exhala, da sensación de vertigo. Es como esa escena de la Historia interminable en el que la nada engulle al pais de los cuentos porque los niños no creen en ellos, porque no leen. Ahora la nada engulle a la sociedad que conocíamos, a la socieda que teníamos, porque la gente que vive en ella no cree en la libertad, no cree en la justicia, no cree en la solidaridad. Los valores ya han sido engullidos, la ideología desintegrada, la educación desollada.
El caminante suspira profundamente, sabe que torcerá la esquina y aun habrá calles, luces y coches....pero ¿hasta cuando? Él sólo puede caminar porque hace tiempo que perdió su hogar, su coche, su vida. Un buen día tuvo que defender a una vecina del ataque desenfrenado de su marido, tuvo mala suerte. Un mal golpe llevo al agresor a la tumba. La sentencia condenó a quien quiso ayudar a diez años de carcel y a pagar a la viuda una buena cantidad de dinero. La viuda declaró en contra. Ayudar no está bien visto.
Lleva caminando desde hace dos días, desde que dejó la prisión, y siente que caminará sin descanso hasta la muerte, de todas formas ya lo mataron hace siete años.