jueves, 23 de septiembre de 2010

Otoño




Llega el otoño con sus recuerdos de libros nuevos, cartera recien estrenada, nuevos lápices de colores, olor a aula y a madrugones. Por aquel entonces, septiembre nos regalaba mañanas frescas en las que ya hacía falta ponerse una chaqueta, ahora el calor estival es reacio a marcharse y todavía es tiempo de manga corta.
Los tonos ocres y amarronados empiezan a teñir nuestros parques y jardines, en el bosque las aves prepararan su vuelo para pasar el invierno en el norte de Africa, mientras otras buscan su residencia invernal en nuestras tierras. Muy pronto, buscadores de setas poblarán los pinares y cuando nos queramos dar cuenta la Navidad llamará a la puerta cuando el otoño nos diga adiós.
Pero si algo caracteriza esta estación es la lluvia, a veces torrencial, otras escasa. No había mejor juego en mi niñez que calzarse unas botas de agua y chapotear en todos los charcos y aprovechar el barro para jugar al dolar con una barra de hierro, o al "corta terrenos" o tantos y tantos juegos de temporada. Supongo que ahora, la play station se encargará de amenizar las tardes de lluvia a los chavales de otra forma, más moderna seguro, mejor no.
A disfrutar del otoño, con sus olores a musgo y tierra humeda, pisando en nuestro pasear la hojarasca y los charcos, sintiendo en nuestra piel el primer frescor después del duro verano.

martes, 7 de septiembre de 2010

Sin oxígeno




Alguien soltó a la bestia. De forma intencionada, haciendo gala de un absoluto desprecio por la vida, por el futuro, por la tierra. Alguien soltó al monstruo consciente de que su voracidad no tiene límites y que allá por donde pasa deja un rastro de arida tristeza, de animales muertos, y árboles destruidos.
Son las ocho de la mañana, y desde anoche, una zona hermosísima de la geografía valenciana está viendo como la furia del fuego está convirtiendo el paisaje en una negra cicatriz, tan negra como la muerte.
Por supuesto es la mano del hombre una vez más la que se ha encargado de esta "maravillosa obra", una vez más la ceguera más absurda del ser humano, su egoísmo, su estupidez está dejando sin oxígeno esta tierra, su tierra, nuestra tierra, y la tierra de nuestros hijos. No se pone el hincapié suficiente en erradicar para siempre estas alimañas de nuestros bosques.
Es una mañana triste y gris, ojalá pronto sea controlado el incendio y se cause un mal menor, pero el daño ya está hecho, el dolor a nuestra montaña ya se le ha producido. Miles de animales ya no tendrán casa, cientos de personas verán peligrar su hogar sino lo han perdido ya. Es una locura, una sinrazón, una aberración más de este ser tan estupido como destructivo que es el ser humano.