lunes, 26 de agosto de 2019

El hogar de la bella dama



Al llegar el hayedo me enamoró, había visto a la bella dama de pasada, como tintineando su luz. Como cuando estás deseando ver a tu novia y la ves llegar de rondón. El frescor del entorno me indicó que el mar se encontraba lejos, el mediterráneo es un caldo a finales de agosto, y el día gris entre montañas nos daba el ansiado respiro al calor. Estabamos donde las montañas acarician el cielo, en el pirineo de Huesca; en Canfranc.
Desde allí tuvimos la osadía de encaramarnos a unas cumbres del país vecino, de bajar despacito a una mágica cueva donde nuestros antepasados muy muy lejanos anduvieron refugiados, donde las estalactitas juegan a realizar formas imposibles. Aún tuvimos tiempo de visitar a unos osos, de descubrir Borce, de pasear entre la montaña buscando una fuente, unos búnkeres, unas casas de aspecto curioso, cientos de árboles con personalidad propia. Y, por supuesto, tuvimos la ocasión de estar con la bella dama, anduvimos acompañados por unos personajes de otra época, un viaje en el tiempo donde supimos que en las guerras se salvan vidas porque hay personas que lo dan todo por los demás, que dentro de las tragedias siempre hay momentos mágicos para la luz. Tocamos la historia, respiramos la esencia misma del drama, pisamos donde se construyó la leyenda.
Un suspiro de tiempo y tuvimos que despedirnos de tantas cosas, de tantos momentos. Nos fuimos con más de lo que llevamos, tanto de todo, tantas cosas que contar, tanto que recordar. Nos marchamos con la tristeza de no querer irnos y con la certeza que volveremos. Es fácil enamorarse de las montañas, de los atardeceres raudos, de las nieblas vespertinas, del olor a bosque.

Un viaje inolvidable.

sábado, 22 de junio de 2019

Sábado raro



Un sábado con obligaciones laborales, con madrugón y somnolencia. Es un sábado raro en el que me alejo del suave tintineo de las silabas de su voz, del desayuno de fin de semana en compañía. Es un sábado diferente el que también tengo tiempo para que mi mente se deslice entre el torrente de recuerdos que tanto aún oprimen. Es curioso como mientras te acunas con unas notas musicales acuden a mi mente tantas sensaciones que, en ocasiones, me acaban por desbordar y me dejo llevar. Me transportan como en un suave viaje astral en el que mi cuerpo se mantiene sentando y la mente vaga en recuerdos que quiero que sean agradables. Las islas de felicidad que el trajín vital no nos arrebata y qué, cuando te quieres dar cuenta, son un archipiélago de grandes momentos con enormes bosques de sonrisas. No en vano las hojas de las palmeras pueden llegar a parecer una sonrisa que rasga el cielo en el horizonte. Pero me desvío del propósito del viaje astral, esquivo el recuerdo de vías, agujas y heparina para colarme dentro de un castillo, una piscina o un museo, una sala de cine es un buen lugar donde evadirse y un viaje a las cumbres la mejor manera de veranear del verano. Decido volver a mi cuerpo y una vez yo mismo en mi mismo con la música elevando el ánimo me siento feliz. Feliz de tener ganas de volver a casa para reirme y hacer reir, feliz de una tarde en el que no saber lo que podemos hacer es el mejor propósito, un fin de semana largo en el que seguro vamos a enmarcar un montón de buenos ratos. Ganas de que llegue la noche y los tres sintamos la confortabilidad de estar juntos.
Ya queda muy poco para que este sábado raro de paso al ocio y podamos dibujar un nuevo final al episodio de hoy de Bob Esponja y tal vez veamos sonreir a Calamardo mientras Patricio dice algo inteligente. Tal vez la vida nos vuelva a regalar un atardecer de cuento o al menos acurrucarnos en el sofá mientras me das la vida con tus brazos.

lunes, 6 de mayo de 2019

Otros tiempos


Las cosas que nos pasan forjan nuestra experiencia. Decidí ver las cosas desde otro punto de vista, todo es tan efímero que no merece la pena reflexionar más allá de hoy, y es así como realmente vives.
Cada seis meses me enfrento a nuevas pruebas que conllevan nuevos temores; monstruos en las pesadillas que quieren venir a visitarme. Por eso, es mejor disfrutar casa prórroga en el tiempo como algo mágico y único. Casi he olvidado el sabor acre en la boca, el cansancio que asimilas como propio y miedos de 15 días. Me cuesta muy poco sonreir y aunque aun me dejo llevar por lo inconsustancial demasiadas veces, estoy construyéndome de nuevo. En los últimos tiempos he tenido la suerte de vivir cosas maravillosas. Tal vez no son las vivencias más espectaculares del mundo, pero para mí son imborrables. Viajes por altas montañas, yacimientos de hace siglos, vuelo de aves majestuosas, pinturas rupestres, nieve y mucha lluvia. Abrazos, sonrisas y besos. Una tarde en el cine, otra paseando entre libros. Un concierto, cascadas estruendosas, fútbol en directo, duendes jugueteando en el cielo con olor a pólvora, llamas dando la bienvenida a la primavera, una pizza llena de carcajadas, un retorno con sensación de reconciliación. En fin, un millar de pequeñas cosas que recomponen mi micromundo. Sencillo, tierno, mio.
Sé que mi vida, seguramente como la de todos, es un bien frágil, que el veneno aún puede esconderse en cualquier parte de mi cuerpo y rebelarse en bestia, por eso hay que dejarse mecer por el paso de los minutos y sentir que pasa el tiempo, que saboreas el instante. Por eso hay que convertir un día cualquiera en un gran día, aunque sea porque me he reído hasta no poder más o porque me he emocionado viendo una película en la tele. Todo cuenta.