jueves, 6 de octubre de 2016

Menos mal que existes



Están siendo días convulsos, te haces mayor y tu cabeza es un bullir de cosas. Tienes que reafirmar tu personalidad, tú ser y lamentablemente no es fácil ser niña en un mundo de estrés, relojes despiadados y cansancios. Son demaisados obstáculos para las conversaciones, preguntas y juegos. No es justo, las normas que imperan en este mundo van en contra de la felicidad. Lo peor, cuando te quieres dar cuenta ya no eres un niño y tu mundo se ha convertido en el mismo lugar inhóspito y aburrido que el de tus mayores.

En ese mundo infantil, tan tuyo, tan precioso. En ocasiones se meten monstruos, esos que cuando te haces mayor asustan menos, pero que cuando eres pequeño es absolutamente aterrador. Un día el miedo se esconde en un pequeño animal, otro día en una película, o en un libro, o en un vídeo. Cuando llega la noche, los miedos se desatan y te hacen hasta llorar. Algo absolutamente normal. Hablamos en susurros intentando calmarte, el desconsuelo es doloroso y tus lágrimas queman mi corazón. Te abrazo, te hablo, te escucho. Entonces me dices "menos mal que existes". Y me vuelo a agarrar a la felicidad más absoluta y la abrazo mientras te abrazo a tí. Lo paradójico es que yo doy gracias a la vida porque existes tú, y lo hago cada minuto del día, que me gustaría hacerte muy muy feliz, que me gustaría regalarte la vida más maravillosa, que me encantaría ser menos gruñon, más comprensivo, mejor padre. Y tú, estando ahí, aún en el momento de más temor por tus posibles pesadillas me vuelves a regalar un frase para enmarcar, para que no pueda dejar de pensar en ti un solo segundo, para que sueñe contigo, para que sepa que me has enseñado lo que significa querer de verdad. Menos mal que existes tú y no tengo que imaginarte, no tengo que buscarte, no tengo que desear que estés. Menos mal que existes tú y el mundo puede girar sin tropiezos, con la esperanza que tú lo hagas mejor día a día, menos mal que existen tú, para recordarme que tengo un reto, una obligación, una responsabilidad, una meta: Cuidarte.

Es la segunda frase para la historia que me regalas, esas palabras que llegan y se quedan, que están conmigo para siempre.


Menos mal que existes y te quiero sin parar.

Gracias hija.

martes, 14 de junio de 2016

Luces de cambio




No es una sensación agradable tenerte que ir porque no te valoran. Pero, al mismo tiempo, lo más importante es que te puedes ir. Se acaba la etapa de ser una especie de mueble, apartado, consumiéndose en las horas largas de los rutinarios días. Cambio de lugar, no sé si será para bien, lo que sí que sé es que será para hacer más.

Dejo atrás muchas cosas vividas en este edificio, cosas que me ocurrieron fuera. Si en mi anterior etapa, la vida laboral y la personal anduvieron muy unidas, regalándome episodios maravillosos, después que me ocurriera lo peor de mi vida. En esta etapa, todo lo bueno ha ocurrido fuera. Lo mejor de mi vida.

La vida tiene estas cosas, el cambio aquí, me trajo la desidia en lo laboral, y la luz en lo personal. Enamorarme como la primera vez y tener en nuestras vidas la niña más maravillosa que puede existir. Mientras aquí, en el trabajo, todo era gris y oscuro, fuera de él todo era (es) luminoso, perfume infantil, abrazos, besitos y dibujos animados. Cariño primordial, ganas de querer hasta reventar.

Me marcho de aquí con ganas de irme, con ganas de sentirme útil en mi puesto de trabajo, que no me traten como tonto. Me voy buscando poder tomarme un café con un compañero que no guarde ases en la manga, de poder hablar con gente que anduvo en mi vida cuando era feliz trabajando. Será genial poder ser feliz fuera y dentro del trabajo, de venir a trabajar para resolver problemas, para dar algo de lo mucho que tengo dentro. Aunque sea únicamente el músculo de mis piernas para llevar papeles de una punta a otra. De sentir el sol en la cara y la brisa secando el sudor. De poder revivir.

Queda ya muy poquito, y pronto, muy pronto escribiré un nuevo episodio en el que podré contar nuevas vivencias, nuevos problemas, nuevos compañeros. Ojalá la etapa sea propicia.



lunes, 9 de mayo de 2016

Se paró el tiempo



Le gustaba la lluvia, como a mí. Los días como el de hoy, le encantaban. Como a nosotros celebrar el nueve de mayo con él. Hoy hubiera hecho 76 años, pero no los puede hacer; no le dejó.

No es la primera vez que escribo, un poquito, sobre él. No me suele gustar hacerlo en su cumpleaños. "Cumpleaños", qué contrasentido. Va a hacer 13 años que su reloj se paró y solo convive con nosotros su recuerdo, afortunadamente los mejores recuerdos; que son una miriada.

Le echo de menos, todos los días y me acuerdo de él,como sin querer. Un recuerdo dulce, como de chicle de fresa infantil, de madera de cine de barrio, de música en la radio. Me acuerdo de él cuando huelo el pan recién hecho y me como una rosquilleta, cuando voy a la playa y me entra el agua en la nariz. Me acuerdo mucho de él al escuchar a Ennio Morriconne, al ver "Rio Bravo" o "Los siete Magníficos". Me acuerdo de él cuando pierde el Real Madrid y la gente se alegra, porque sin querer me enfado. Me acuerdo mucho de él cuando llueve y las gotas de lluvia forman burbujas en los charcos. En muchos rinconcitos de mi cotidianiedad aparece él, como escondidito detrás de una vieja canción de Antonio Molina o una noticia que habla de José Luis Moreno. Me acuerdo de él cuando miro a su nieta, porque en ella hay algo de él.

No puedo gritar feliz cumpleaños, porque él no está y su yo eterno se quedó parado en el año 2003, pero sí que puedo acordarme de él y dedicarle unas frases que, aunque él no las pueda leer, estoy seguro que le hubieran encantado. O, tal vez, sí que las lea, a través de mís pensamientos, a través de mi consciencia. En todo caso, creo que se merece que, de vez en cuando, su hijo les dedique un ratito. Soy muchas cosas gracias a él, pero sobre todo aprendí a valorar las pequeñas cosas.

Te sigo echando de menos y eso no va a cambiar.

Te quiero.

viernes, 15 de abril de 2016

Otra tarde



Borbotones cálidos y frescos por igual. La brisa en el aire y el sol luciendo hacia el ocaso, un ocaso ya tardío en las tardes de abril. Lugares comunes que trasfieren un aire de tranquilidad, la relajación hace mella y me dejo de llevar por su voz. Adivinanzas que se repiten y esbozamos una sonrisa, la magia de adivinar lo que se conoce como algo nuevo, como un juego que se repite y que nunca cansa. Ella tenía ganas de llegar y allí fuimos. Algo de decepción en un principio, pero diversión después. A veces llega la inspiración mirando un helicoptero de atrezzo. Qué feliz que estaba paseando por la pista, subida a lomos de una moto de mentira. Luego nos reimos como locos por culpa de una bola que no se movía, lásstima de un postrero tropezón y de un golpetazo mal dado que nos hizo estar un poco preocupados, afortunadamente un parque en el camino y el frescor de la tarde nos devolvió la sonrisa, la tranquilidad y el color.

El pasado se entrecruza con el presente y los sitios conocidos nos traen recuerdos mezclados. Sabor a pasado tristón de verano, a inviernos en soledad, a otoños lluviosos sorteando charcos. Ventanas cerradas al azul celeste, solas, vacias. Sensaciones diversas sobre cosas distintas, amores rotos, corazón herido. Tristeza enorme de días aciagos que duelen menos cogidos de su mano. Realmente amortigua los malos recuerdos jugar al veo veo, aunque, como en mi caso, sea vapuleado una y otra vez por el ingenio de una niña de seis años. Lo más importante es verla reir, porque egoistamente también me hace reir a mí. Y de pronto, también acuden a mí recuerdos preciosos que iluminan el atardecer. El día se va a convertir en inolvidable gracias a esas pinceladas de verde y naranja, gracias a esos olores que de pronto son dulces y agradables. Que extraña es la ciudad que cambia con nuestro estado de ánimo. En menos de 25 metros atravesé un tunel del tiempo en el que las vivencias giraron para traerme a una palabra que empezaba con la r y que no logré adivinar. Es curioso el tiempo, sobre todo cuando la palabra que tienes que adivinar es reloj. Que bien me sentí, y que complicado es expresar esa feliciad que aún hoy, un día después, perdura como sensación del bienestar más absoluto. Un levitar en el caminar mientras los pulmones se llenan de vida.

Ella hace que las cosas más sencillas adquieran dimensiones maravillosas. Ojos que se sorprenden al pasar por una pasarela que sobrevuela una avenida, esa inteligencia ávida por aprender cualquier cosa. Inquietud y creatividad. Mágia en la mágia, luz y cariño.

Otra tarde que me ha regalado esa personita que quiero hasta el infinito, y no es broma, no creo que se pueda medir el amor que siento por ella. No se puede.

Guardaré la tarde en un cofre que tengo de los días imprescindibles. Esa colección que se agranda desde que la vida nos dio este grandioso regalo, desde que forma parte de nuestras vidas.

Gracias hija.



martes, 5 de abril de 2016

Trazos


No te lo quieres creer, pero el tiempo pasa y cada oportunidad perdida es también una oportunidad para lamentarse. La vida pasa con la celeridad de la estancia en el horizonte de un arco iris y sin embargo, lejos de convertir cada momento en único, a veces me dedico a desperdiciar el tiempo. Solo cuando los días han pasado, es cuando tienes la eterna sensación de no haber hecho todo lo que podías.
Sí, es verdad que las cosas no son fáciles, que de una forma u otra alguien intenta meter tu voluntad en una jaula y no dejar que vuele, la voluntad es la madre de la libertad, y ese agobio del libre alberdrio hace que no te des cuenta que también ahí puedes elegir. Elegir cambiar el mal gesto por la sonrisa, cambiar esa decisión por la contraria, torcer la realidad hasta adaptarla hacia la felicidad que se busca. Si no la propia, si al menos la de aquellas personas que te quieren.

Soy único en dejar escapar días por no haber sabido gestionar el momento, por haberme perdido en decisiones ajenas que, con un poco de inteligencia, podía haber convertido en buenas decisiones. Tenemos demasiadas personas haciéndonos la vida imposible solo por un interés espúreo y egoísta, para no ver la buena voluntad en los gestos más cercanos.

Menos mal que siempre me queda tu sonrisa y la de ella, que aunque a veces me empeñe en eclipsar, siempre surgen tras la sombra.

Con el deseo de ser un poco mejor, porque creo que peor ya no se puede ser, dejo golpear los dedos sobre el teclado en este martes algo lluvioso. Martes de regreso de vacaciones primaverales, de olor a azahar y de deseos sosegados.

Siento ser como soy, pero enfrentarme a mí a veces temo, porque gane quien gane, siempre pierdo.



lunes, 14 de marzo de 2016

He vuelto


No es que no quisiera, no podía. Afortunadamente he solucionado el problema informático y aqui estoy, intentando escribir mis inquietudes, aunque solo sea para mí.

Ha pasado más de un año y aunque las estaciones se siguen sucediendo y los meses pasando. Y yo, un poco más mayor, pero seguramente igual de necio.

A veces me encanta ver el mundo a través de otros ojos, para verlo con otros colores. Desde la perspectiva infantil, hasta la perspectiva más adulta. Y es un ejercicio muy interesante de cambio de perspectiva. Y, sólo con esa traslación del yo hacia otro yo, de extrapolarme de mi mismo, soy capaz de sentir la importancia del día día, del aprendizaje, de la alegría de estar vivo. A veces las inquietudes más importantes devienen en triviales cuando las comparas con el simple hecho de poder sentir los rayos del sol en la cara, la brisa, el mar o la montaña. Cuando soy capaz de imaginar mi mente dentro de la cabeza de un ave que traslada su residencia invernal a Africa y es capaz de recorrer miles de kilómetros y experimentar tantas sensaciones, olores, colores, paisajes. Este batiburrillo de sensaciones es estar vivo, lo demás problemas solubles...o no, pero lejos de la importancia de la existencia misma.

Intentaré poder expresar en este espacio virtual experiencias que, alegres o no, hagan que cada día se torne distinto y que podamos acordarnos del ayer con la perspectiva de lo importante.

He vuelto, espero poder escribir algo interesante, y si no, al menos, relajarme mientras mis dedos cobran vida encima del teclado, dejándome llevar entre pensamientos divergentes.