lunes, 7 de abril de 2025
Caos
No entiendo las circunstancias que rodean la realidad, ese devenir insulso que todo lo impregna de una fea y gris rutina. No es fácil intentar explicar los sucesos inquietantes que circulan mi mente mientras piensas que todo es mejorable, que nuestras cadenas nos las hemos puestos nosotros mismos, que es absurdo vivir con la incesante ansiedad de mejorar cuando lo único cierto es que un día nada importará y que el ser no será.
Cuando sonríes, cuando dejas que la suave brisa, o el viento, o la lluvia, golpee tu cara, mientras pierdes la vista en un cielo infinito y tu vista se topa con la libertad de una ave, con un avión que vuela hacia otro destino, la luna que juguetea con el amanecer en romance con la salida del sol, cuando te dejas sentir, cuando te dejas llevar, es precisamente esas gotas de momentos los que te hacen feliz. Luego, de pronto, el chip que alguien nos implantó, sin darnos cuenta, nos hace retirar la sonrisa y retomar la responsabilidad autoimpuesta que por un puñado de euros te sustrae de la vida. Que paradoja que trabajes para vivir y ese trabajo no te deje hacerlo. Pero no importa, nada importa, solo dejate llevar una hora al día y mira hacia el horizone, hacia un mar, hacia un montaña y respira, llora, grita, rie. Vive. Hay un millón de cosas que hacen que los poros de tu piel sientan la magia del ser. Y, hasta estar triste, enfadado, dolido es necesario para comparar aquellos momentos en los que no puedes parar de reir, te transportas a un mundo irreal en una pantalla de cine, te sumerges en las letras de una novela y vives las vida con otras personas que sin existir son más reales que todos esos entes amorfos que nos restan felicidad con sus actos crueles, cobardes, inmundos. Aquellos que tras sus poltronas buscan su inmortalidad a base de la mortalidad de otros, esos que buscan su riqueza empobreciendo a otros, esos que sostienen, esos que se autosustentan, esos que nos ahogan.
Pero nada importa, nadíe te puede quitar la puesta de sol, el oceano infinito, la magia de la noche estrellada, el canto de una miriada de pájaros al amanecer, las montañas que se confunden con la estratosfera, el abrazo de una hija, de un hijo, de la madre, del padre, de un ser querido, un amiga o un amigo. La risa de un mal chiste, ese café en mitad de la plaza, la suave luz que se mece en tus ojos.
Tanto tonto empobreciendo el mundo, cuando es el mundo lo único que importa.
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