martes, 19 de agosto de 2025
Hubo una noche
Rota en el recuerdo. Antes permanecia flotando en el día, aquella noche en la que el semáforo se puso en verde y todo empezó a cambiar. La noche en que me conseguí encontrar para perderme otra vez. Ahora, esa noche escurre su presencia como un globo pinchado y es verdad que está, pero escurre el bulto en el sinfín de cosas que han pasado.
Hubo una noche en que se vive toda una vida: naces, creces y mueres. Y, a la mañana siguiente nace un nuevo mundo. Pero antes, caminos en la noche con pasos indecisos, entre fulgores y vasos llenos, entre risas y alguna lágrima. Aquella noche expulsé un fantasma y vendi mi alma al diablo para que pudiera exorcitarme el tiempo y convertirme en algo que nunca había sido.
Hubo una noche en la que creí en las brujas y caí hechizado por mi bien, una noche larga en la que encontrar el amanecer era una aventura hacia todas partes, en la que desde el dolor encontré unos brazos que consiguieron agarrarme, no dejarme caer, sacarme a flote. Una noche para creer en que hay momentos tan absolutamente enormes en los que cabe una vida, y que hay vidas que no tienen esos momentos. La relatividad del tiempo, nada importa cuando todo tiene sentido.
Hubo una noche en la por fín gané una mano de poker al destino, en la que desde el desgarro de una promesa de adiós llegó la realidad del ahora. Dejarte llevar, dejarte coger de la mano y huir de mí hacía todas partes, lejos del yo de antes, cerca del yo de ahora.
Aquella noche fue un principio y un fin, un comienzo de una final. Pero absolutamente imprescindible.
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