jueves, 11 de septiembre de 2025
La Red Única
No encontramos a Frodo para que nos ayude en esta ocasión, harían falta ciento de miles de hobbits que nos libraran de la sombra que ya se cernió sobre la humanidad.
Desde el este al oeste una red se tendió como trampa entre todos nosotros. Al principio era pequeña, tan solo la herramienta de unos pocos. Pero en cuestión de unos pocos años ha enredado a casi todo el mundo conocido. El instrumento fue cambiando, se fue haciendo portable, accesible, cómodo. Al principio era tan solo una fuente de información, útil. La eliminación del papel, la rapidez en los procesos, la globalización, las comunicaciones instantáneas con cualquier parte del mundo. Las compras desde casa. Millones de datos al alcance de cualquiera. Enciclopedias enteras al alcance de un click. Los médicos podían consultar obras de grandes galenos de un confín a otro del planeta, los jueces consultar jurisprudencia, los arquitectos obras de genios, los biólogos conocer la última especie descubierta. Podíamos consultar el clima con un solo movimiento del dedo, las obras de arte más maravillosas entrando virtualmente a cualquier museo del mundo. Hablar con la familia en cualquier momento; viéndonos. Ya no hacía falta un ordenador para poder utilizar la red, en una sola mano tenías todo el ciberespacio a tu alcance. El móvil llegó para quedarse.
Pero nos engañaron, el sistema se desvirtuó y fue infestado. Ya lo decía Tolkien, el hombre es ambicioso y se corrompe con facilidad. Se empezó a delinquir, a utilizar la red para estafar, entrar en cuentas bancarias, infectar sistemas críticos como: Defensa, universidades, hospitales, bolsa. Y, después, el golpe definitivo: las redes sociales. Lo que podía ser algo inofensivo, una forma de conocer gente, de entablar relaciones sociales con cualquier parte del planeta se ha convertido en una forma de moldear opiniones, de mentir, de falsear la verdad para intereses espurios, de construir una sociedad al servicio del capital pero sin tapujos. Tal ha sido el daño que se han puesto en entredicho verdades que costaron la vida a científicos, se ha llegado a poner en duda (y se pone en duda) la forma de nuestro planeta. Se ha infectado a la opinión pública, de tal forma, que han matado la empatía. Se ha creado un submundo ficticio en el que se trata de decirnos lo que debemos y no debemos hacer, lo que debemos y no debemos pensar. O peor, que no debemos pensar, que debemos fluir, que no debemos caer en la crítica. Que el malo es el vecino, que el culpable de la pobreza es el pobre, de la inmigración el emigrante, de las guerras los que quieren la paz. Que lo importante es que tú estés bien aunque tus congéneres lo pasen mal. Que hay que abrazar lo efímero, mirarse el propio ombligo, ser malo y egoísta. Han asesinado los principios y minado el estado social de derecho, se dicen estupideces sin ninguna vergüenza y son tratadas cono axiomas. Se trata al científico como imbécil y al imbécil se le nombra Doctor “cum laude”. Existen los “influencers” con mensajes tan insanos como que leer es malo y que es bueno ser guapo aunque imbécil, pero la belleza que ellos venden. La inteligencia ha sido degradada.
Y en este ambiente borreguil y degenerado surgen los autócratas, los políticos autoritarios que ven con auténtica voracidad como los corderos van derechitos al matadero sin ningún esfuerzo. La libertad se pone en cuestión, la democracia se convierte en algo despreciado, se ven con buenos ojos regímenes dictatoriales donde, en estas mentes simples, se genera la idea que él vivirá mejor porque el prójimo no tendrá tantos derechos. Sin embargo, cuando no hay libertad, no lo hay para nadie. La estulticia es tan grande, que se ve con malos ojos los beneficios sociales, el pago de impuestos para sustentar la sanidad y educación públicas. Se introduce la terrible idea que quien quiera ir al médico, que se lo pague. Y lo realmente increíble es que esta idea cala entre los que viven de subsidios y la defienden políticos que cobran del erario público.
Las redes sociales se han convertido en una herramienta que doblega voluntades, infecta los pensamientos, cambia resultados electorales. No en vano las manipulan las clases dominantes, los reaccionarios. Lo triste es que ni tan siquiera les hace falta esforzarse. Un bulo en redes se convierte en sentencia y aunque se desmienta, hay queda.
El resultado: una sociedad machista, homófoba, xenófoba, racista, egoísta, hipócrita, estúpida, inculta y necia. Desde el instante en el que se llega a la información sin esfuerzo, nadie se esfuerza en contrastarla. Se muere la inteligencia, se mata la voluntad, la crítica se despedaza. Estamos sumidos en las tinieblas del conocimiento, nos acercamos mucho más a la Edad Media que a la ilustración. Tan inteligentes que nos creemos y somos unos cretinos con un móvil en la mano buscando cobertura.
Así que, una red para gobernarlos a todos, una red para encontrarlos, una red para atraerlos a todos y atarlos en la oscuridad. La Red única.
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