miércoles, 16 de diciembre de 2020
Pandemia
Se coló en nuestras vidas como de rondón, viniendo de lejos. Sin creerlo, sin sentirlo. Cómo el cuento de Pedro y el lobo tantas veces lo habían anunciado que no hubo forma de que nos lo creyeramos, pero llegó.
Nos arrebató la primavera, nos dejó un verano extraño y nos está complicando este invierno que se antoja frío e inhospito.
Sin embargo el aire ha olido distinto, se ha intuido el mar tierra adentro y he podido ver una bandada de patos desde mi balcón.
Sin embargo, la lluvia olía mejor que nunca y no se veían aviones pasar. La calle estaba límpia, escuchaba a mis vecinos con ilusión, hablábamos por la ventanas, nos comunicábamos por los balcones.
Sin embargo los días pasaron sin amarguras y sin penas, conformándonos con nuestra propia compañía, aprendiendo cada día más de la paciencia de un niña, de lo maravilloso que es jugar al escondite, al cluedo, al hotel, con una pelota en el pasillo.
Sin embargo ahora....ahora no.
Salimos a la calles y la gente se ha vuelto rara, mohina, extraña. Se me antoja que el ser humano lejos de aprender de las cosas pequeñas le ha entrado prisa. Hay agresividad, individualismo. Las personas no intentan ser prudentes, controlar al bicho. No, la gente quiere burlar las prohibiciones para hacer lo que quiere hacer sin importarle el esfuerzo que hemos hecho durante tantas semanas. Sin importar las personas que han caido por el camino. Sin importar los médicos y sanitarios que han enfermado o muerto por salvarnos. Tantos aplausos baldíos carentes de sentimiento, cuanto alardeo de ser agradecido cuando realmente, en el fondo, sólo se piensa en si mismo. Si este virús hubiera sido más mortal la población humana estaría seriamente diezmada.
Y mientras, como siempre, las unicas personas que nos siguen dando razones para la esperanza. Son los niños. Horas con su mascarilla, con su hidrogel. Sin poder jugar con sus amigos, sin poder abrazarte con tu mejor amiga, sin poder jugar a esas cosas que conforman la niñez y luego te traen recuerdos agradables. El aroma de tiza y goma de borrar se ha cambiado por el propio aliento y el aroma del alcohol de manos. Pero ahí siguen, sonriendo, con esperanza, confiados. Pensando que, los mayores, esos a los que admiran, serán lo suficientemente inteligentes de dejarles un futuro y no un cebadal de mascarillas tiradas por el suelo.
lunes, 26 de agosto de 2019
El hogar de la bella dama

Al llegar el hayedo me enamoró, había visto a la bella dama de pasada, como tintineando su luz. Como cuando estás deseando ver a tu novia y la ves llegar de rondón. El frescor del entorno me indicó que el mar se encontraba lejos, el mediterráneo es un caldo a finales de agosto, y el día gris entre montañas nos daba el ansiado respiro al calor. Estabamos donde las montañas acarician el cielo, en el pirineo de Huesca; en Canfranc.
Desde allí tuvimos la osadía de encaramarnos a unas cumbres del país vecino, de bajar despacito a una mágica cueva donde nuestros antepasados muy muy lejanos anduvieron refugiados, donde las estalactitas juegan a realizar formas imposibles. Aún tuvimos tiempo de visitar a unos osos, de descubrir Borce, de pasear entre la montaña buscando una fuente, unos búnkeres, unas casas de aspecto curioso, cientos de árboles con personalidad propia. Y, por supuesto, tuvimos la ocasión de estar con la bella dama, anduvimos acompañados por unos personajes de otra época, un viaje en el tiempo donde supimos que en las guerras se salvan vidas porque hay personas que lo dan todo por los demás, que dentro de las tragedias siempre hay momentos mágicos para la luz. Tocamos la historia, respiramos la esencia misma del drama, pisamos donde se construyó la leyenda.
Un suspiro de tiempo y tuvimos que despedirnos de tantas cosas, de tantos momentos. Nos fuimos con más de lo que llevamos, tanto de todo, tantas cosas que contar, tanto que recordar. Nos marchamos con la tristeza de no querer irnos y con la certeza que volveremos. Es fácil enamorarse de las montañas, de los atardeceres raudos, de las nieblas vespertinas, del olor a bosque.
Un viaje inolvidable.
sábado, 22 de junio de 2019
Sábado raro
Un sábado con obligaciones laborales, con madrugón y somnolencia. Es un sábado raro en el que me alejo del suave tintineo de las silabas de su voz, del desayuno de fin de semana en compañía. Es un sábado diferente el que también tengo tiempo para que mi mente se deslice entre el torrente de recuerdos que tanto aún oprimen. Es curioso como mientras te acunas con unas notas musicales acuden a mi mente tantas sensaciones que, en ocasiones, me acaban por desbordar y me dejo llevar. Me transportan como en un suave viaje astral en el que mi cuerpo se mantiene sentando y la mente vaga en recuerdos que quiero que sean agradables. Las islas de felicidad que el trajín vital no nos arrebata y qué, cuando te quieres dar cuenta, son un archipiélago de grandes momentos con enormes bosques de sonrisas. No en vano las hojas de las palmeras pueden llegar a parecer una sonrisa que rasga el cielo en el horizonte. Pero me desvío del propósito del viaje astral, esquivo el recuerdo de vías, agujas y heparina para colarme dentro de un castillo, una piscina o un museo, una sala de cine es un buen lugar donde evadirse y un viaje a las cumbres la mejor manera de veranear del verano. Decido volver a mi cuerpo y una vez yo mismo en mi mismo con la música elevando el ánimo me siento feliz. Feliz de tener ganas de volver a casa para reirme y hacer reir, feliz de una tarde en el que no saber lo que podemos hacer es el mejor propósito, un fin de semana largo en el que seguro vamos a enmarcar un montón de buenos ratos. Ganas de que llegue la noche y los tres sintamos la confortabilidad de estar juntos.
Ya queda muy poco para que este sábado raro de paso al ocio y podamos dibujar un nuevo final al episodio de hoy de Bob Esponja y tal vez veamos sonreir a Calamardo mientras Patricio dice algo inteligente. Tal vez la vida nos vuelva a regalar un atardecer de cuento o al menos acurrucarnos en el sofá mientras me das la vida con tus brazos.
lunes, 6 de mayo de 2019
Otros tiempos
Las cosas que nos pasan forjan nuestra experiencia. Decidí ver las cosas desde otro punto de vista, todo es tan efímero que no merece la pena reflexionar más allá de hoy, y es así como realmente vives.
Cada seis meses me enfrento a nuevas pruebas que conllevan nuevos temores; monstruos en las pesadillas que quieren venir a visitarme. Por eso, es mejor disfrutar casa prórroga en el tiempo como algo mágico y único. Casi he olvidado el sabor acre en la boca, el cansancio que asimilas como propio y miedos de 15 días. Me cuesta muy poco sonreir y aunque aun me dejo llevar por lo inconsustancial demasiadas veces, estoy construyéndome de nuevo. En los últimos tiempos he tenido la suerte de vivir cosas maravillosas. Tal vez no son las vivencias más espectaculares del mundo, pero para mí son imborrables. Viajes por altas montañas, yacimientos de hace siglos, vuelo de aves majestuosas, pinturas rupestres, nieve y mucha lluvia. Abrazos, sonrisas y besos. Una tarde en el cine, otra paseando entre libros. Un concierto, cascadas estruendosas, fútbol en directo, duendes jugueteando en el cielo con olor a pólvora, llamas dando la bienvenida a la primavera, una pizza llena de carcajadas, un retorno con sensación de reconciliación. En fin, un millar de pequeñas cosas que recomponen mi micromundo. Sencillo, tierno, mio.
Sé que mi vida, seguramente como la de todos, es un bien frágil, que el veneno aún puede esconderse en cualquier parte de mi cuerpo y rebelarse en bestia, por eso hay que dejarse mecer por el paso de los minutos y sentir que pasa el tiempo, que saboreas el instante. Por eso hay que convertir un día cualquiera en un gran día, aunque sea porque me he reído hasta no poder más o porque me he emocionado viendo una película en la tele. Todo cuenta.

viernes, 6 de julio de 2018
Ya pasó un año
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Hay colores que huelen a mar, hay melodías que te llevan donde tu mente siempre quiee estar. Quiero estar abrazando la vida con ellas.
Una carretera nos ha de llevar donde las montañas acarician el cielo, donde confluye el bosque y el agua, donde el frescor se abre paso entre los matojos al mismo tiempo que se esconde un tritón en el agua.
De esa forma nos redimiremos con el verano, de esa forma volveremos a reencontrarnos con el ocio agradable y confortable, lejos de agujas y cansancios, lejos de miedos.
Cogerte de la mano y explorar el horizonte cercano que nos lleva a contemplar el quebrantahuesos y, por un instante, dejar de mirar el ave para miraros y respirar la felicidad de vuestro aliento, la esencial presencia que significa teneros a mi lado.
Será en verano cuando volvamos a vivir experiencias inolvidables, donde fotografiaremos el mundo y colocaremos nombre a los días, donde dormiremos arropados por encima de los mil metros, alborozados de elegante magia.
Solo deseo que lleguen esos días para olvidar aquellos otros, solo quiero sustituir en mi cabeza vuestra tristeza por la alegría, solo quiero acompañaros hasta que no me queden fuerzas y haceros reir hasta que nos duela la boca, y abrazaros muy despacio mientras no queremos que pase el tiempo.
Quiero devolveros cada gramo de preocupación en toneladas de sonrisas, quiero que perdonéis mis malos humores con buenos ratos.
La luz que desprendéis hace que haya mandado al infinito las tinieblas.
Os quiero.
Hay colores que huelen a mar, hay melodías que te llevan donde tu mente siempre quiee estar. Quiero estar abrazando la vida con ellas.
Una carretera nos ha de llevar donde las montañas acarician el cielo, donde confluye el bosque y el agua, donde el frescor se abre paso entre los matojos al mismo tiempo que se esconde un tritón en el agua.
De esa forma nos redimiremos con el verano, de esa forma volveremos a reencontrarnos con el ocio agradable y confortable, lejos de agujas y cansancios, lejos de miedos.
Cogerte de la mano y explorar el horizonte cercano que nos lleva a contemplar el quebrantahuesos y, por un instante, dejar de mirar el ave para miraros y respirar la felicidad de vuestro aliento, la esencial presencia que significa teneros a mi lado.
Será en verano cuando volvamos a vivir experiencias inolvidables, donde fotografiaremos el mundo y colocaremos nombre a los días, donde dormiremos arropados por encima de los mil metros, alborozados de elegante magia.
Solo deseo que lleguen esos días para olvidar aquellos otros, solo quiero sustituir en mi cabeza vuestra tristeza por la alegría, solo quiero acompañaros hasta que no me queden fuerzas y haceros reir hasta que nos duela la boca, y abrazaros muy despacio mientras no queremos que pase el tiempo.
Quiero devolveros cada gramo de preocupación en toneladas de sonrisas, quiero que perdonéis mis malos humores con buenos ratos.
La luz que desprendéis hace que haya mandado al infinito las tinieblas.
Os quiero.
miércoles, 16 de mayo de 2018
Solo tres días

Aflige la pequeña distancia, aflige la pequeña ausencia. Un día sin tu abrazo no es un día completo.
Le falta color al día, le falta alegría al momento, no me encuentro sin encontrarte, no te busco y me pierdo. Las cuatro y media y no voy, no hay que ir porque estás en otro sitio, cerca, pero para mí un universo. Van a ser tres días sin la música de tu risa, sin tu llamada, sin tu mirada.
Me he acostumbrado a rodearme de esos bracitos que cada día son más fuertes, me he acostumbrado que tu pelo roce mi cara y me haga cosquillas, me he acostumbrado a juntar mi nariz con la tuya y jugar a que somos cíclopes mirando a Ulises, tanto me he acostumbrado que solo tres días es un eón sin oírte.
Pronto pasará, pasara en breve, pero es que en la casa hay un silencio pesado que duele, hay una camita vacía que ni mirar puedo sin echarte aún más de menos. Puede que exagere y que las cosas son más sencillas, pero como explicar lo que cuesta levantarse y no encontrarte para darte un beso y decirte un te quiero; ese rito mío al alba que da sentido a los días en que el trabajo a los tres nos separa.
Y qué alegría, que maravilloso momento cuando al fin vuelves, cuando te encuentro en ese abrazo que he imaginado, cuando respiro en tu espalda, cuando me cuentas tus días y me acompañas. Que hermosa es la vuelta cuando tanto te he echado en falta. Mañana sí que me asomaré a tu cama y mientras veo como respirar me regalarás calma.
Solo tres días y ya estás en casa.
Te quiero.
jueves, 1 de febrero de 2018
Se acabó, primera prueba superada. El bicho no ha vuelto y lo tengo a raya, he ganado la batalla y solo queda esperar que también la guerra.
Ahora solo quiero ver sonrisas, quiero ver ojos alegres, quiero dar abrazos sin pensar que, tal vez, estuvieran contados. Quiero mirarlas sin pensar que me pueden perder, quiero que sean felices porque les voy a acompañar en este duro camino, en esta vida llena de tantos problemas que nos crean y nos creamos. Quiero ver llover sin añoranzas y sin nostalgias, quiero gozar del sol con todas las ganas. Quiero morirme de amor cuando mi hija me diga que quiere y quiero emocionarme por ello y no apenarme por poder pensar en la caducidad de mis días que la hagan sufrir.
Esto no ha acabado, pero es un paso importante, muy importante. Veo esperanza casi en los mismos días que, hace un año, veía sombras. Se acabaron los goteros, los cansancios y las nauseas, espero que para siempre.
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