viernes, 15 de abril de 2016

Otra tarde



Borbotones cálidos y frescos por igual. La brisa en el aire y el sol luciendo hacia el ocaso, un ocaso ya tardío en las tardes de abril. Lugares comunes que trasfieren un aire de tranquilidad, la relajación hace mella y me dejo de llevar por su voz. Adivinanzas que se repiten y esbozamos una sonrisa, la magia de adivinar lo que se conoce como algo nuevo, como un juego que se repite y que nunca cansa. Ella tenía ganas de llegar y allí fuimos. Algo de decepción en un principio, pero diversión después. A veces llega la inspiración mirando un helicoptero de atrezzo. Qué feliz que estaba paseando por la pista, subida a lomos de una moto de mentira. Luego nos reimos como locos por culpa de una bola que no se movía, lásstima de un postrero tropezón y de un golpetazo mal dado que nos hizo estar un poco preocupados, afortunadamente un parque en el camino y el frescor de la tarde nos devolvió la sonrisa, la tranquilidad y el color.

El pasado se entrecruza con el presente y los sitios conocidos nos traen recuerdos mezclados. Sabor a pasado tristón de verano, a inviernos en soledad, a otoños lluviosos sorteando charcos. Ventanas cerradas al azul celeste, solas, vacias. Sensaciones diversas sobre cosas distintas, amores rotos, corazón herido. Tristeza enorme de días aciagos que duelen menos cogidos de su mano. Realmente amortigua los malos recuerdos jugar al veo veo, aunque, como en mi caso, sea vapuleado una y otra vez por el ingenio de una niña de seis años. Lo más importante es verla reir, porque egoistamente también me hace reir a mí. Y de pronto, también acuden a mí recuerdos preciosos que iluminan el atardecer. El día se va a convertir en inolvidable gracias a esas pinceladas de verde y naranja, gracias a esos olores que de pronto son dulces y agradables. Que extraña es la ciudad que cambia con nuestro estado de ánimo. En menos de 25 metros atravesé un tunel del tiempo en el que las vivencias giraron para traerme a una palabra que empezaba con la r y que no logré adivinar. Es curioso el tiempo, sobre todo cuando la palabra que tienes que adivinar es reloj. Que bien me sentí, y que complicado es expresar esa feliciad que aún hoy, un día después, perdura como sensación del bienestar más absoluto. Un levitar en el caminar mientras los pulmones se llenan de vida.

Ella hace que las cosas más sencillas adquieran dimensiones maravillosas. Ojos que se sorprenden al pasar por una pasarela que sobrevuela una avenida, esa inteligencia ávida por aprender cualquier cosa. Inquietud y creatividad. Mágia en la mágia, luz y cariño.

Otra tarde que me ha regalado esa personita que quiero hasta el infinito, y no es broma, no creo que se pueda medir el amor que siento por ella. No se puede.

Guardaré la tarde en un cofre que tengo de los días imprescindibles. Esa colección que se agranda desde que la vida nos dio este grandioso regalo, desde que forma parte de nuestras vidas.

Gracias hija.



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