jueves, 20 de noviembre de 2014

Eres mi sueño




Junto a tí, enredado entre el edredón y un pequeño montón de peluches, abrazándote como quien abraza a la vida; te quise explicar que una vez tuve un sueño. Realmente soñaba con tener una hija, no un hijo no; una hija. Y, jugueteaba imaginando como serías. Mira tú por donde que la realidad ha superado mucho muchísimo mis expectativas; eres increíble. Y así te lo dije. Sé que te gusto, sé que estabas encantada con que papá te dijera eso. Un sueño, algo bonito que nos pinta las noches de colores, de princesas y príncipes, de unicornios con alas y dragones que escupen flores. Un sueño es lo más, es lo que deseas tener y que no llega, ese juguete que solo puedes ver en un pedazo de papel publicitario, esa muñeca por la que suspiras, un viaje a un parque de atracciones del que puedes subir una y mil veces a un avión, a un helicóptero mientras te sientas al lado de Mickey o de Minnie. No tardaste mucho en reaccionar, eres muy rápida e inteligente. Me preguntaste que si yo sabía cual era tu sueño. Me dijiste que era yo.

Tenía un poco abandonado mi blog, mi última entrada pertenece a una noche que no quise olvidar, una noche en la que me empeñaba en ocultar mi preocupación cuando lo que hay que hacer es exteriorizar para solucionar. Una noche en la que sentí que se me va la vida si tú no estás bien. Y hoy, recordando el breve episodio de anoche, he deseado retomar la escritura. Tal vez un día leas esto y puedas sentir lo mucho que te quiere papá. No es difícil dejar que los dedos trabajen sobre el teclado cuando el sentimiento es tan profundo. Sé que soy un gruñón, un chillón y a veces no tengo paciencia y sé que en esta aventura de ser padre no hago otra cosa que meter la pata para volver a aprender. Y es, estas cosas las que te hacen sentir inmensamente bien, inmensamente orgulloso. Algo hago bien, algo hacemos bien. Porque es imposible que sin la ayuda de mamá, pudiera ni siquiera haber llevado a buen puerto un solo día. Mamá, de la que tanto aprendo todos los días.

Sabes Claudia, cuando cierro los ojos al acostarme y los abro al despertar, aparece tu imagen. En cualquier momento de decaimiento, es pensar en ti y subirme el ánimo. Todos los días deseo estar contigo, deseo tenerte, abrazarte, cuidarte, besarte. A veces me enfado, unas veces con razón otras sin ella; pero no tardo mucho en volver a recobrar el humor. Me das mucho más de lo que, tal vez, yo te doy a ti. Me das mil motivos para pelear, un millón por los que sonreír. Me das la vida entera con tu voz, con tus palabras. Estoy más que muy orgulloso por todo lo que haces, por como lo haces: como nadas, como hablas, como haces lo deberes, como escuchas, como razonas, como discutes, como juegas. Te quiero como solo se puede querer siendo padre, con una fuerza de mil volcanes, con un cariño que yo desconocía, con un amor primigenio. Si a veces no puedo explicar como quiero a tu madre, por lo mucho que la quiero; cuan difícil es explicar como te quiero a ti, que formas parte de mi esencia más profunda. Nuestro mundo amaneció el día 30 de enero de 2010; ese mundo que estábamos formando tu madre y yo.

Te quiero Claudia.

Papá.









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