jueves, 18 de abril de 2013

En una hora y en un día cualquiera.


Suena la canción que me lleva  a aquellos días terribles en los que luchabamos una guerra que no podíamos ganar. El tiempo salta en jirones y casi una década no es nada cuando el pensamiento vuela hacia atrás. El recuerdo es como una vieja herida, una sombra en la que si me concentro, para mi mal, me deshago en sollozos, aun hoy, en una hora y en un día cualquiera.

Han pasado tantas cosas que me hubieran gustado compartir, tantas preguntas que se quedaron sin hacerse, tantos consejos que no he podido recibir, que me siento en ocasiones tan perdido como un niño pequeño en medio de un laberinto. No hay nada peor que no poder vivir los sueños compartidos y él deseaba tanto como yo haber abrazado una pequeñaja que le hiciera sonreir. La pequeña está pero él no.

Muchos días, cuando los problemas ahogan, cuando necesito aire echo de menos sus ojos, la esperanza de poder decir su nombre, su voz, su carita de buena persona que me acompaña en cada espejo e intento por todas mis fuerzas olvidar la maldita enfermedad que lo destruyó con la voracidad que un incendio devora un bosque y nos dejó huerfanos de él.

Una de las cosas más terribles de no poder tenerlo es no poder compartir con él los momentos más felices de mi vida y que, precisamente, se han producido cuando él ya no ha estado para poder disfrutarlos conmigo. No conoce a su nieta, no conoce a su nuera, no conoce  la vida que estamos construyendo con tanto y tanto esfuerzo y  que, seguramente, con su apoyo sería mucho más fácil. Es inevitable saber que lo necesito, que lo necesitaré siempre. Es tristísimo sentir su vacio, un vacio que duele y dolerá siempre.

Hoy es un día cualquiera, y después de escuchar esa canción me he caido en mi agujero interior un ratito para poder recordar con fuerza a quien me dio la esencia, a quien construyó los cimientos de mi persona. Y desde esta pena intensa, densa, buscar la esperanza que, desde algún lugar, dónde sea, tenga la conciencia de vernos y sonreir.

Por siempre y para siempre, porque no hay día que no piense en tí, porque no hay día que no te eche de menos.

Te quiero papá.

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