viernes, 8 de noviembre de 2024
Gritos
Gritos que la avalancha silencia de un solo golpe de agua sucia de furia y fango. Gritos de sorpresa, miedo, estupor. Gritos de dolor, angustia, muerte. Gritos de indignación, socorro, ayuda.
El silencio no llega nunca donde mil vidas se funden en cientos de historias de supervivencia ante lo imprevisto. El rugir del agua se funde en el tremendo estruendo de vidas quebradas de un solo golpe, de esfuerzos de supervivencia en las duros momentos en que un brazo amigo te saca del profundo manar de mil barrancos, o la suerte te echa un cable en forma de farola, árbol, madera… o peor, tus ojos se cierran para siempre en un último suspiro de agua y barro.
Cuantas personas empezaban su vida ese día como cualquier otro, con sus problemas, esperanzas, alegrías, tristezas, un día que no acabaría nunca. Cuantas personas deseaban volver a abrazar a sus compañeros de vida, sus hijos, sus amigos, un abrazo que se perdería en la imaginación, en el deseo, en el ojalá. Hay siempre abrazos que se dibujan, se esbozan pero no se dan jamás solo queda el arrepentimiento de no haberlos dado.
Intento imaginar el horror y mi mente no alcanza la inmensidad de la angustia ante la gran catastrofe. El dolor de los que se van, el dolor de los que se quedan, la vida quebrado del padre que superado por una fuerza inconmensurable no puede retener a sus hijos y la avalancha se los lleva ¿Qué clase de injusticia eterea es capaz de permitir que dos niños mueran y el padre quede muerto en vida?
¿Donde van las horas en las que el remedio no llegó? ¿Donde van los gritos que se perdieron en la incompresión? ¿Donde va el futuro de las vidas que se segaron en un fango infecto?
He visto lágrimas que nunca debieron derramarse, he oído gritos de dolor donde tenía que haber risas. Y aún así, después de todo, después que la muerte ha cabalgado a sus anchas por las tierras de mis vecinos,tengo que escuchar imbéciles bajo seudónimos dibujando la estúpidez desde su ínfima capacidad de racionio. Y algunos sin seudónimo aprovechando la muerte para colgarse medalla malditas. Que asco.
Renacer es la única meta que les queda, rehacerse, revivir, rebrotar. Y, seguro, que, no ahora, ni dentro de un mes, ni tal vez dentro de seis meses, pero después volveremos a seguir, con un recuerdo terrible. Con el deseo que esto sirva para que no vuelva ocurrir, para que esto sirva para que seamos mejores.
Sé que quedan la vidas rotas, vacías, las vidas que ya no están, el resto de recuerdos que alimentarán la tristeza de cientos de vidas que necesitarán esa caricia de la mano que ya no puede moverse, recuerdos que con el paso del tiempo serán el homenaje de todos aquellos momentos en los que hicieron de este mundo un lugar un poquito mejor, al menos el mundo de ellos.
Que nunca quede en el olvido que a miles de personas se le cambió la viva un 29 de octubre por falta de prevención, previsión, humanidad y alerta. Porque los poderes públicos nunca están a la altura.
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